(escrito el 29 de julio)
Hoy es día de celebración. Por primera vez en dos semanas dormimos en un hotel apto para alguien de Sarrià como yo. Es el Intourist, el clásico mamotreto de hormigón que servía como único hotel de la ciudad durante la URSS. Sabe a gloria: en la habitación no hay mosquitos, hay sábanas, baño privado, papel de váter y hay algún extranjero en la recepción (japonés).
La proxima crónica la dedicaré a Khabarovsk, punto final de este viaje.
La noche de ayer no fue tan placentera. Ampliamos en 4 horas la ruta por carretera para visitar Birobidzhan, capital de la Región Autónoma Judía. En 1934, Stalin decidió que los judíos de la URSS colonizarían esta región, coletazo de la meseta siberiana. Algunos por iniciativa propia (incluso judíos emigrados de Estados Unidos se instalaron aquí tras el crack del 29), muchos forzados, fundaron su hogar en este paraje de naturaleza hostil (temperatura media en invierno oscila en los -20ºC). Tras derrumbarse la URSS, el éxodo a Israel fue masivo y actualmente quedan pocos miles de judíos, en la mayoría de casos, gente que supera los sesenta.
En Birobidzhan me las prometía felices pensando que descansaríamos en el Hotel Vostoc, el único de la ciudad. Alexey, preocupado por su ahorro, nos propuso pasar la noche en un apartamento a las afueras por un tercio del precio del hotel. El apartamento, en un barrio dormitorio y en un edificio estilo Breznev que se caía a trozos, estaba habitado por jaurías insaciables de mosquitos.
Por la mañana he entablado conversación con un fontanero de 22 años que chapurreaba el inglés. Su sueño es trabajar de profesor de inglés en Vladivostok. Su único conocimiento de España es el fútbol. La gente joven, de España sólo sabe que es un lugar en Europa donde se juega al fútbol. Por el contrario, los más mayores, los que estudiaron durante la URSS, incluso personas de condición humilde, de Barcelona me han sabido detallar la obra de Gaudí, Miró y Dalí.
Birbodizhan está engalanada con iconos judíos y parte de su información municipal se ofrece también en hebreo. En cierta manera se asemeja a un parque temático diseñado para atraer a los turistas de Israel que visitan la ciudad. Birobidzhan vale la pena por su pasado yiddish y por la transición hasta el presente.
Es un municipio más refinado culturalmente y con una presencia comercial china notable (lo que esperábamos en toda la región, expectativa que no se ha cumplido). En el museo local es interesante el apartado de propaganda soviética. La URSS utilizó la presencia de sus soldados judíos en la guerra de Afganistán, a mediados de los 80, para demostrar que el pueblo de Israel también combatía la alianza entre el Gran Satán (los EE.UU.) y los radicales talibanes. ¡Cómo han cambiado las tornas!
+++
La principal efeméride del miércoles fue la fugaz visita a Korfoskiy, el pueblo en el que en 1908 unos bandidos asesinaron a Dersu Uzala para robarle sus pertenencias. Dersu había abandonado el día antes la casa de Arseniev, en Khabarovsk. Seguía la vía del tren hacia el sur, hacia la taiga del Ussuri, y a la altura de Korfoskiy, le mataron. En el lugar donde pereció, se levantó en 1997 un monumento que es más bien poca cosa. Es una roca con su nombre inscrito y una placa honorífica en nombre de los ciudadanos del Extremo Oriente ruso. El monumento está a pie de carretera y en unas condiciones de abandono que me han entristecido. Korfoskiy era hace un siglo un punto de control de la vía ferroviaria. Hoy es un pueblo de carretera insignificante.
Nuestro viaje debería acabar aquí, donde Dersu murió, y en la desembocadura del río Ussuri, un poco más al Norte. A 30 kilómetros e Khabarovsk, el Ussuri desemboca en el río Amur. El lugar ha de ser de gran belleza porque la parte rusa está protegida como parque nacional. No lo hemos podido comprobar Nos hemos acercado pero la policía de fronteras nos ha impedido el paso a la zona. A menos de 10 kilómetros, en el lado Oeste de los dos ríos, está China. La orilla del Amur está patrullada por el ejército y no hemos tenido más remedio que salir 5 kilómetros de la zona perimetral para poder ver el río lo más cerca posible del punto en el que el Ussuri y el Amur se encuentran. Nos han dado permiso para acceder a una playa particular de un sanatorio del pueblo de Biichiha. El sanatario fue construido en 1961 y en él residen personas con discapacidad mental y ancianos. El guardia de la entrada que nos ha permitido el acceso, nos ha indicado el sendero hasta el río. Hemos andado 1 kilómetro entre bosques infestados por un mosquito local de lomo y patas de color ocre, grueso de cuerpo, que con la picada deja más veneno que otras especies. Ha sido una tortura. También he visto dos faisanes, una serpiente que no me ha dado tiempo de reconocer, fresitas silvestres y setas de todo tipo. El esfuerzo ha valido la pena por el simbolismo que supone para este viaje el final del río Ussuri.