Se produce en nuestra era un abuso del adjetivo histórico. Un gol de Messi es histórico, la declaración de un parlamento a favor de noséqué es histórica, una estadística del euribor es histórica… Todo es histórico. Según esta
lógica, sin duda marcada por la aceleración que marcan los medios de comunicación, el jueves en Nueva York se produjo un acontecimiento histórico para España y para Cataluña.
Eran las ocho de la tarde del viernes cuando vi en el programa de
Josep Cuní de 8TV un video del embajador de Rusia ante las Naciones Unidas, Vitaly Churkin, en el que aseguraba que en Cataluña, como en Escocia o en las Islas Malvinas, se celebrará un referéndum de autodeterminación. Aluciné. No me lo podía creer. Cada día nos tragamos mil chorradas sobre el (mono)tema y de repente, algo importante de verdad. Churkin lo dijo ante el Consejo de seguridad de la ONU, el órgano de mediación internacional más importante que existe. Más allá del Consejo de seguridad de la ONU no hay más. En el Consejo es donde cortan el bacalao Estados Unidos, China, Reino Unido, Francia, Rusia y sus comparsas.
Rusia apoya el referendo de secesión en Crimea y pone como ejemplo, entre otros referendos que se celebrarán, el de Cataluña. La pone de ejemplo, repito, Rusia [no Borneo, no Malta, no Bélgica, no: RUSIA], en el consejo de seguridad de la ONU [no en la Feria del Vino de Burdeos o en el Seminario Internacional de la Golondrina Azul de San Marino, no: ¡en el consejo de seguridad de la ONU!].
No exagero cuando creo que es lo más lejos que el catalanismo ha llegado jamás en el reconocimiento de sus derechos.
Pues aquí, en los medios de comunicación de Cataluña y de España, sobre esto, silencio.
Si el embajador ruso ante la ONU da por hecho ante el consejo de seguridad de la ONU que en Cataluña se celebrará un referéndum de autodeterminación, no hay que ser muy listo para saber que esto es noticia.
Pues no. Con excepciones como el texto breve en La Vanguardia o la mención en 8TV, silencio en la sala.
¿Por qué? Supongo que es porque no interesa a nivel propagandístico. Aquí lo importante es el interés nacional; el periodismo es un instrumento de ello.
Al propagandista español, que se difunda que Rusia da por hecho un referéndum en Cataluña, pues claro, es un gol que le marcan por toda la escuadra.
¿Y para el propagandista catalán? Su caso es más intrigante.
Mi hipótesis: Creo que ven a Rusia como una especie de villano de cómic de Batman. Si la prensa americana dice que Rusia y Putin son malos, es que son malos. Muy malos. Y claro, que el malo esté a tu favor, pues es malo.
Si es así, el señor propagandista se quedó bloqueado en La casa de la Pradera. Me imagino al propagandista en cuestión soñando despierto con una rueda de prensa del líder del mundo libre, Barack Obama, en la Casa Blanca, anunciando que convoca a todos los países de la UE para organizar el referendo catalán. "¡Es que la causa catalana no se merece menos!", piensa él.
Señor propagandista. Acepto que usted gana, que el periodismo es como la ayaguasca, que sirve para que la gente haga el pino en bolas porque usted lo ordena con un silbido. En este caso, yo le pregunto: ¿Usted quiere hacer política de verdad? Ha conseguido que se hable de lo suyo en el consejo de seguridad de la ONU. ¡Aprovéchelo! Los rusos para usted no deberían ser más malos que los americanos o los coreanos. Deje de emocionarse con las series de Hollywood o ponerse cachondo con la épica barata del tricentenari y siéntese a jugar la partida de ajedrez. Además, amigo nacionalista catalán, Rusia aceptó tropocientas independencias tras la desintegración de la Unión Soviética. ¿Qué más quieres? Vive soñando y te pegarás una leche memorable. Histórica.
Y nosotros, periodistas, con la calma: un error más no nos va hacer más pobres ni nos va a desprestigiar más. Tranquilos. El lector sabe que son malos tiempos para ideales más allá del patriotismo.
P.D: hablando de Rusia, a principios de abril Altaïr publicará el libro que escribimos con Andrea Rodés sobre nuestro viaje en el Ussuri (Siberia) siguiendo, un siglo después, las expediciones de Vladimir Arséniev y Dersú Uzalá.
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