Rosario, Provincia de Santa Fe. Argentina. 1 de la madrugada.
Calle Brown, a 100 metros del hotel Holiday Inn. Barrio de clase media, oficinas, algún que otro establecimiento con pretensiones modernas. Bienestar de capital comercial.
Frena un taxi.
-No quiero taxi.
Para el taxi diez metros frente a mí. Baja el conductor. Un chico joven, 20 años. Se acerca rápido; del bolsillo saca un revólver. Se para delante mío y me apunta, primero en la barriga, luego en la cabeza.
-¡Dame la billetera!
Miro el arma. No proceso bien la situación. Al fin consigo pensar: "joder, es de verdad".
-¡Dame la billetera he dicho!
-No te puedo dar la billetera. Si te la doy, no puedo volver a mi país. Te doy el dinero.
Le doy 500 pesos (45 euros). Llevo tres veces más pero no insiste ni con la billetera ni con pedir más. Es una zona céntrica.
El ladrón vuelve al taxi corriendo. Arranca, acelera y huye.
Pasado medio minuto llega otro taxi. Digo:
-Ese taxi que ve ahí me acaba de robar con un revólver.
-¿Y qué querés que haga yo?