Hay en los fenos un salvajismo asombroso y una pobreza detestable: ni armas, ni caballos, ni hogares; hierba para alimentarse, pieles para vestirse, el suelo para dormir: toda su esperanza en las flechas, que, a falta de hierro, llevan un hueso afilado en la punta. La caza proporciona alimento lo mismo a hombres que a mujeres, pues éstas les acompañan a todos los sitios y reclaman su parte en el botín. Los niños no tienen otro refugio frente a las fieras y lluvias que la cubierta de ramas entrelazadas; allí acuden también los jóvenes y es protección para los ancianos. Pero piensan que así y todo es mejor que sufrir en los campos, trabajar en las casas y mantener siempre expuestas sus propias fortunas y las ajenas entre la esperanza y el miedo. Tranquilos de cara a los hombres y los dioses, han conseguido algo muy difícil: no echar en falta ni siquiera el deseo.
Tácito, La Germania.
Tácito, La Germania.
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