dimarts, 3 de maig del 2022

Aprender a volar

Cómo me molestan estas paredes grises del hospital. Qué débil me encuentro todavía. Me tapo de la luz cubriéndome la cabeza porque me molesta ver. Y yo me alargo, me alargo hacia aquello. He intentado verlo. He empezado a mirar más arriba.

Pero llega mi madre. Ayer colgó un icono en la sala. Susurra algo en un rincón, se pone de rodillas. Todos callan: el profesor, los médicos, las enfermeras. Se creen que yo no sospecho nada. Que no sé que pronto moriré. Ellos no saben que por la noche aprendo a volar.

¿Quién ha dicho que es fácil volar?

En otro tiempo escribía versos. Me había enamorado de una chica. Era en la quinta clase [8 años de edad]. En la séptima descubrí que la muerte existe. Mi poeta preferido es García Lorca. Lo le he leído todo de él: "La oscura raíz del grito". Por la noche, los versos suenan de otro modo. De un modo distinto.

He empezado a aprender a volar. No me gusta este juego, pero ¿qué le voy a hacer?

Mi mejor amigo se llamaba Andréi. Le han hecho dos operaciones y lo han mandado a casa. Al medio año le esperaba una tercera operación. El chico se colgó con su cinturón. En la clase vacía, cuando todos se fueron corriendo a hacer gimnasia. Los médicos le habían prohibido correr y saltar. Y él se consideraba el mejor futbolista de la escuela. Hasta... Hasta la operación.

Aquí tengo muchos amigos. Yulia, Katia, Vadim, Oxana, Oleg... Ahora Andréi.

Nos moriremos y nos convertiremos en ciencia decía Andréi.

Nos moriremos y se olvidarán de nosotros así pensaba Katia.

Cuando me muera, no me enterréis en el cementerio; me dan miedo los cementerios, allí solo hay muertos y cuervos. Mejor me enterráis en el campo nos pedía Oxana.

Nos moriremos lloraba Yulia.

Para mí el cielo está ahora vivo, cuando lo miro. Ellos están allí.


Svetlana Alexiévich, Voces de Chernóbil.

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